*El negocio de la ayuda ajena *Separados… pero revueltos *Mendigos de su propio desastre


*El negocio de la ayuda ajena

*Separados… pero revueltos

*Mendigos de su propio desastre

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El líder campesino Enoel Carrasco Jordán y su colaborador Martín Cruz Cruz, andan haciendo su agosto recogiendo despensas y apoyos gestionados por otros líderes sociales ante instituciones como el DIF Estatal o la SPyCI.

Al parecer, estos dos sujetos llegan en nombre del Gran Consejo Supremo Indígena y gustosos reciben los apoyos, sin que se transparente la entrega de los mismos. 

No dudamos de la legitimidad del Gran Consejo Supremo, pero tal vez sí deberían aclarar que los apoyos que van a recoger son los gestionados por ellos mismos, y no por otros líderes que gestionan los apoyos para diversas comunidades. 

Si los apoyos gestionados por otros terminan en manos de oportunistas, entonces la pobreza sigue siendo el mejor negocio para algunos. La solidaridad no se roba, se honra.

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Quienes andan muy pajitas son los panistas y los priistas chihuahuenses, y es que ante el anuncio de Jorge Romero, de que el PAN va ir sólo para el 2027, en Chihuahua parece que insisten en mantener la alianza.

Si bien Daniela Álvarez ha dicho que ese partido no se creó para buscar alianzas, y Alex Domínguez dijo que estaban listos para ir solos, lo cierto es que ninguno ha descartado la posibilidad de refrendar el PRIAN. 

Hay priistas colocados en puestos estratégicos dentro del Palacio de Gobierno, del Congreso del Estado y de la Presidencia Municipal, por lo que se antoja difícil que lo dicho por el presidente del Comité Ejecutivo Nacional, vaya a generar una revolución dentro de las instituciones mezcladas entre el azul y el tricolor.  

En Chihuahua, la alianza entre el PAN y el PRI no necesita firmas: se sostiene con favores, cargos y conveniencias. Pueden decir que van solos, pero duermen en la misma cama del poder.

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El hecho de que el gobierno federal haya tenido que recurrir a la asistencia de Japón, a través de la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA), para enfrentar las lluvias que devastaron cinco estados, revela con crudeza lo que muchos temían: México perdió la capacidad de auxiliar a su propia gente. Desde que Andrés Manuel López Obrador eliminó el Fonden —“la caja chica”, como la llamó en su momento—, el país se quedó sin fondo de emergencia y sin respuesta inmediata ante los desastres naturales. Lo que antes se resolvía con un protocolo, hoy depende de un favor extranjero y de la buena voluntad de otros gobiernos.

Que Japón tenga que mandar productos sanitarios para suplir la incompetencia del Estado mexicano no es sólo un golpe a la dignidad nacional: es la fotografía del abandono planeado, de la burocracia incapaz, de una administración que dice “primero los pobres”, pero los deja solos cuando el agua les llega al cuello. Y todavía peor: el gobierno federal entrega las ayudas con bolsas color guinda, color del partido en el poder, y qué curioso, también los sicarios marcan sus bolsas de ayuda, con las siglas del cártel Jalisco Nueva Generación —CJNG— cuando entrega despensas en sus territorios.

Por cierto, a los sicarios sí los dejaron pasar los soldados, no como a las organizaciones civiles que también han querido llevar apoyo y a las que el Ejército les niega el paso. Hoy los políticos deberían entender que la ayuda no puede ser propaganda ni control social. No se puede permitir que el Ejército filtre quién ayuda y quién no. 

Si el rescate nacional depende de otros países y la mayoría de las despensas parecen salidas del crimen organizado, entonces no hablamos de un país solidario, sino de un país rescatado y secuestrado al mismo tiempo.